Este curso hemos vivido una de esas experiencias que dejan huella. Junto a nuestro alumnado de sexto de primaria y en colaboración con otros dos docentes, participamos en el proyecto CanSat, una iniciativa educativa de la Agencia Espacial Europea que reta a los estudiantes a construir un satélite del tamaño de una lata de refresco. ¿El objetivo? Diseñar, programar y lanzar un pequeño satélite funcional que pueda recoger datos ambientales en pleno vuelo. Y todo ello, ¡de la mano de nuestro alumnado!
Desde el inicio nos embarcamos con mucha ilusión. Creamos dos equipos: Galactus y Casás Prime, que se lanzaron de lleno en la misión. Primero investigamos sobre el medio ambiente, las condiciones atmosféricas y el funcionamiento de los sensores. Luego tocó el diseño y la impresión en 3D de nuestros satélites, que poco a poco iban tomando forma.
Pero un satélite no vuela sin un buen paracaídas, así que buscamos tela, diseñamos el modelo, lo cortamos, lo cosimos y lo ajustamos al cuerpo del satélite con precisión. La siguiente fase fue programar la placa Arduino para medir temperatura y presión atmosférica, además de transmitir los datos durante el vuelo.
Con todo listo, emprendimos el viaje a Cerceda, lugar del esperado lanzamiento.
Allí, nos topamos con un imprevisto: nuestros satélites pesaban solo 150 g, cuando el reglamento exigía entre 300 y 350 g. Tocó improvisar, buscar piedras... pero el espacio interno era muy reducido. Finalmente, alguien nos prestó una bola de plomo y pudimos ajustar el peso justo a tiempo. Superado el control de peso y medidas, nuestros satélites estaban oficialmente listos para despegar.
Aprendimos a doblar correctamente el paracaídas para asegurar su apertura y cargamos los satélites en los drones. Los nervios eran evidentes. ¿Se abrirían los paracaídas? ¿Volaría o se estrellaría? ¿Los sensores funcionarían correctamente?
3, 2, 1... lanzamiento.
Los dos paracaídas se abren... ¡pero uno de ellos sufre una rotura en una cuerda y desciende demasiado rápido! El otro, sin embargo, realiza un vuelo perfecto. A pesar del contratiempo, ambos satélites llegaron al suelo y comenzamos la última fase: comprobar si se habían registrado los datos.
Ya en el colegio, descargamos la información... ¡y sí, misión cumplida! Las mediciones eran correctas y el sistema había funcionado. La experiencia fue un éxito total. Nuestro alumnado no solo aprendió ciencia y tecnología, sino también a trabajar en equipo, a afrontar retos reales y a buscar soluciones creativas bajo presión.
Este proyecto se suma a otras aventuras espaciales vividas en nuestro centro: el curso pasado, nuestro alumnado envió un chip con sus nombres grabados a una de las lunas de Júpiter. ¡El universo ya nos conoce!
El proyecto CanSat ha demostrado que, con ilusión y trabajo en equipo, hasta el espacio está al alcance de nuestras manos.
Comentarios
Publicar un comentario
Déjanos tu comentario sobre las actividades que hemos realizado